![]() |
Esa es mi ficha, la que acompañaba mi examen de sangre que iría al MINSA para determinar si tenía zika o no. |
Así que soy estadística nacional. Sí, soy una
de las 840 embarazadas diagnosticada con zika que el Minsterio de Salud
contabilizaba hasta el 30 de agosto de este año.
Recuerdo que ese miércoles en la madrugada me
picaba la panza, como nos suele suceder a las embarazadas, pero al amanecer era
demasiado así que corrí a verme al espejo y descubrí el rash. Juan Carlos muy
positivo me dijo: “A lo mejor es alergia”, y yo quise creer
eso también. Pero en el fondo tenía dudas, por lo que de advertí que si ese sarpullido
no se me quitaba después del baño yo de todos modos me iría al hospital. Y así
fue.
Ya saben cómo son los hospitales, llegué a las
8 y algo, pero la doctora me atendió hasta la 1 pm porque era procesión de
embarazadas la que estaba atendiendo, y valió la pena la espera porque fue ese
tipo de atención que nunca esperás tener en Salud Integral. Me explicó que no
todas las embarazadas que presentan el rash tienen zika, pero que debía
hacerme el examen para saberlo. Yo quise contenerme de llorar, pero cuando
comenzó a monitorear el corazón de la bebé yo rompí en llanto. Ella me calmó y
me dijo que estuviera tranquila. Yo solo pude balbucear entra lágrimas: “No me quiero enfermar, quiero que mi bebé
esté bien”.
![]() |
Se supone que ahí tenía zika, pero yo no sentí nada, hasta la semana siguiente que me dolían las articulaciones. |
Cuando me calmé me orientó hacerme una
biometría, volver al día siguiente a hacerme la prueba del zika que sería
mandada al MINSA y tres días de reposo (en los cuales no reposé ni un pepino
andando en el hospital). Dijo que si la prueba era positiva el MINSA llamaría,
y el sábado muy de mañana tenía esa llamada en mi celular, preguntando por mi
dirección para llegar a fumigar. Luego otra llamada más formal realizada por la
Directora del Hospitalito de Ciudad Sandino, haciendo oficial mi diagnóstico
“zika positivo”.
A ella le pregunté qué debía hacer ahora, cuál
es el siguiente paso. Yo estaba asustada, no me sentía enferma para nada, nada
me dolía, no tenía fiebre, no tenía sangrado… NADA, pero y cómo es que estaba
enferma? La doctora debió escucharme muy asustada – ¡cómo no estarlo con todo lo
que he leído sobre esa enfermedad! – así que me citó para ese mismo sábado en la
tarde para un monitoreo fetal y
consejería. Cuando colgó el teléfono todo lo que pude hacer fue tirarme a
llorar, tenía miedo, mucho miedo por la salud de mi niña. Estaba sola en ese
momento, mi familia estaba cada quien en sus mandados justo en ese momento. Sentada llorando pensé: “Es bueno estar sola, así puedo llorar todo
este miedo y angustia sin que nadie me esté diciendo que me calme, que me
tranquilice y blablabla”. Y me fui al bañar y a seguir llorando hasta que casi se me
acaban las lágrimas. Luego respiré profundo, mandé un chat a mi familia y a algunas personas
cercanas y me dije que tenía que hacerle huevo a continuar. Llegó Juan y
me abrazó fuerte y me consoló, él también estaba asustado.
Saben, he leído tanto, en mi trabajo nos
dieron una capacitación sobre el zika, yo me he informado, pero, esta es una
enfermedad nueva de la cual nosotras las embarazadas y me atrevo a decir que
hasta el personal médico tenemos pocas certezas de lo que realmente puede
pasar. Yo me sentí como conejito de prueba.
El zika a mí me dio en la semana 33 del
embarazo, cuando se supone que no hay mayor afectación para vos o tu bebé, pero
no hay información que pueda con el temor que se genera al pensar en que tu
embarazo se complique. Y para ser más sincera, el temor que tu niña nazca con
microcefalia, porque cuidar un bebé ya es complicado en sí mismo, ahora un bebé
con discapacidad requiere mayor paciencia y mayores recursos económicos.
Y aunque debo decir que del MINSA y de Salud
Integral he recibido información útil, un seguimiento bastante continúo y
riguroso de la salud del bebé yo no me convencí de que todo estuviera bien
hasta que mi hija naciera, así pudiera tener todos los ultrasonidos del mundo,
yo me sentía como Santo Tomás: “Hasta no ver, no creer”.
Así que en la sala de expulsión del hospital
cuando mi hija nació y la pusieron en mi panza, lo primero que hice fue
agarrarla y tratar de verla bien, pero la pediatra se la llevó muy rápido.
Luego volvió para explicarme que por ser “hija de madre zika positivo” debían
dejarla en observación por 48 horas para monitorear si no desarrolla alguna
fiebre o cualquier cosa que no sea normal. Fueron las 48 horas más largas de mi
vida, de hecho al día siguiente quería verla desde las 6 am y como no me
dejaron me puse a llorar en el pasillo del hospital. A mi niña le dieron de
alta a las 48 horas de nacida y fue una niña muy sana. Ahora han pasado tres meses desde su nacimiento y
su desarrollo va muy bien. Ya la ví, ya estoy tranquila, ya estoy feliz yo y está feliz su papá.