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martes, 29 de marzo de 2011

Vida nómada

Dino Basili -aún no tengo certeza de quien fue, pero lo sabré- dijo: "El viaje perfecto es un círculo. El placer de la ida. El placer de la vuelta.". Cuando lo leí supe que yo cabía en sus palabras y me quedé con sus frase dando vuelta en mi cabeza, pensando en mis movimientos.


© Yanti May/Corbis
 Vivo en Managua desde los 16 años y he pasado una década adaptándome a esta ciudad. Los primeros meses se parecían mucho a estos días: soleados, secos, calurosos y las distancias parecían duplicarse al caminar entre las 12 meridiano y las 3 de la tarde. 100 metros eran 200.

Comencé viviendo en el barrio 26 Aniversario, cerca de la Embajada Norteamericana -hoy es Sitel, el call center- y luego me cambié junto a mis primos y amiga a vivir en Villa Venezuela, el otro extremo de Managua. Ahí hacía más calor, el viaje desde la universidad era más largo y solía dormirme en los buses, llegaba a la casa sudada y con mucha hambre.

Creo que ya perdí el orden cronológico de los lugares donde me he pasado a vivir los últimos 9 años, pero puedo mencionarlos: viví casi enfrente de la laguna de Nejapa, en Altamira, la Centroamérica, barrio San José Oriental -cerca del gimnasio de Alexis-, por Bello Horizonte -cuando no existía Multicentro Las Américas-, en la Colonia 9 de Junio, en el Edgard Munguía conocido como el Barrio Loco y en el Carlos Núñez Tellez. De unos fui y volví, a otros nunca regresé, pero todos tienen historias.

Mudandome, en esta vida nómada fue como aprendí a conocer la temida capital, esa a la que yo temía por los robos, las rutas veloces, las direcciones con rumbo hacia el lago y hacia arriba... me sonaba a caos y después se volvió mi vida.

Y sigo en estas. Otra vez siento el placer de la ida. El placer de rehacer mi espacio, descubrir otras calles, otra gente, un aire nuevo y el mismo sol de marzo acompañándome con su calidez infernal y veraniega. Me mudo, me voy, hasta pronto.

viernes, 18 de marzo de 2011

Conexiones mágicas

Hay días en los que pienso en mis amigas, mujeres admirables que a pesar de sus temores tomaron sus maletas y volaron, otras que tomaron desiciones que cambiarían sus vidas o las marcarìan de algún modo. En esos días me siento conectada a ellas de una u otra forma, las pienso, las sueño, las recuerdo, las siento a mi lado.
© Leah Warkentin/Design Pics/Corbis

Y entonces aparecen estos momentos mágicos en que recibo un chat, un correo electrónico o una llamada inesperada desde donde estén. Y algo sucede con ellas, algo bueno, algo triste, algo emocionante, algo curioso, tienen dudas, comparten alegrías, piden consejos o simplemente se desahogan.

Y eso es lo que yo llamo conexiones mágicas, cuando estás en sintonía con otra persona y a pesar del tiempo de no verse, abrazarse o comunicarse ella se presenta. Suele ser a como me decía una de ellas en la dedicatoria de un libro: intermitente, pero siempre presente.