© Yanti May/Corbis |
Comencé viviendo en el barrio 26 Aniversario, cerca de la Embajada Norteamericana -hoy es Sitel, el call center- y luego me cambié junto a mis primos y amiga a vivir en Villa Venezuela, el otro extremo de Managua. Ahí hacía más calor, el viaje desde la universidad era más largo y solía dormirme en los buses, llegaba a la casa sudada y con mucha hambre.
Creo que ya perdí el orden cronológico de los lugares donde me he pasado a vivir los últimos 9 años, pero puedo mencionarlos: viví casi enfrente de la laguna de Nejapa, en Altamira, la Centroamérica, barrio San José Oriental -cerca del gimnasio de Alexis-, por Bello Horizonte -cuando no existía Multicentro Las Américas-, en la Colonia 9 de Junio, en el Edgard Munguía conocido como el Barrio Loco y en el Carlos Núñez Tellez. De unos fui y volví, a otros nunca regresé, pero todos tienen historias.
Mudandome, en esta vida nómada fue como aprendí a conocer la temida capital, esa a la que yo temía por los robos, las rutas veloces, las direcciones con rumbo hacia el lago y hacia arriba... me sonaba a caos y después se volvió mi vida.
Y sigo en estas. Otra vez siento el placer de la ida. El placer de rehacer mi espacio, descubrir otras calles, otra gente, un aire nuevo y el mismo sol de marzo acompañándome con su calidez infernal y veraniega. Me mudo, me voy, hasta pronto.
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