Páginas

jueves, 21 de junio de 2007

La cena


Por las tardes comienza a hervir el aceite y a rayarse el repollo. Ya está cortada la carne nadando en jugo de naranjas, rodeada de ajo y cebolla, esperando que el carbón arda para cocinarse. A esa hora una mujer hermosa se ponen el delantal, anda de arriba para bajo, dando órdenes, ejecutándolas.


“Traeme las bolsas, partí los tomates, barre la acera, limpiá la mesa”


Todo comienza a tomar forma y el aceite respinga el la cara de la mujer cuando fríe las tajadas, el repollo no tan fresco convertido en tiritas tiene pisquitas rojas que apenas se distinguen. Y la carne jugosa sobre el carbón, perdiendo el color de la sangre.


Las mesas están limpias, cuatro sillas en los cuatro puntos cardinales. La mujer sigue apresurada, dando ordenes a quienes le ayudan.


“Sentá a los muchachos, no le echés mucho, pasame los platos. ¿Lo quiere para llevar o para comérselo aquí?”.


Yo voy pasando cerca, como todos los días. Y aunque quiero resistirme como siempre, el humo se desprende, el olor de la carne llega hasta mis pulmones y matándome del hambre me lleva como hipnotizada hasta la fritanga.

No hay comentarios: