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martes, 1 de diciembre de 2015

El día que me agarraron la nalga sin mi permiso

Debo iniciar diciendo que han sido díaS y no un día el que me ha sucedido esto.

La primera vez fue en Ocotal, el municipio donde crecí, y lo hicieron un par de niños como de unos 10 u 11 años, que venían en una bicicleta. Exactamente fue de donde fue la Ferretería Norte Centro, una cuadra al norte. Sí, con mayor exactitud, me sucedió entre el billar y la farmacia Santa Julia. Creo que tenía como 17 años. Corrí atrás de ellos... no pude alcanzarlos. ¡Qué enojo! 

Fotografía tomada del Diario Hoy/Nicaragua
 La segunda vez fue en Ciudad Sandino, y venía por la Iglesia Mormona, lo hicieron otro par de niños que pasaron corriendo a velocidad al lado mío, me gritaron una vez más: "Adios amor" y me dieron una nalgada que me ardió. Me quedé paralizada por la edad, si tenían 7 años, era mucho.

Esa vez me imaginé tirándoles ciertas leyes en la cabeza, pero obvio, no es algo que haría. La verdad el resto del camino me repetí a mi misma: "No son ellos, son las personas de su alrededor", "No los tengo que culpar a ellos, solo repiten lo que ven". La verdad no fue suficiente, estaba enojada con esos niños, con sus familias, con el barrio, con el sistema patriarcal en su totalidad.

Al rato, seguí caminando mientras pensaba en como se están formando los niños y niñas de nuestro país. Desde escasos cuatro años, los niños sienten que pueden invadir tu espacio personal, tocar cuerpos ajenos cuando quieran, sin importar que seas una mujer de cualquier edad: niña, joven, adulta, adulta mayor... 

Infografía tomada de END. Datos del Observatorio contra el Acoso Callejero.
No más para que vean que a diario nos pasa a muchas de nosotras

La tercera vez que me agarraron la nalga sin mi permiso fue ayer, y de todas fue la más horrible de mi vida. Y lo fue por lo premeditado, lo intimidante, lo abusivo de la actitud en ese hombre. Lo fue por mi sensación de impotencia ante esa situación. 

Ayer, iba caminando de Monseñor Lezcano a Linda Vista, yo muy tranquila pensando en que tenía mucha, mucha hambre y quería llegar pronto a mi casa. Escucho una motocicleta muy cerquita de mí, y me asusto un poco porque yo voy sobre la acera, lo primero que pienso es que este hombre piensa asaltarme. Detengo el paso e intento bajarme de la acera pero se acerca con la moto y me agarra fuerte la nalga y me dice "amor que rica estás". Intento darme cuenta de qué me acaba de pasar. 

El hombre sigue lento y a mi lado, alcanzo a decirle "atrevido", lanzo mi bolso hacia su cabeza con la intensión de agredirlo -otra vez imaginé en mi mente como ese hombre, con el golpe de mi bolso se caía de esa  moto, se golpeaba y moría; así de molesta me sentía-. Pero el hombre al ver mi bolso acelera, cuando va girando me ve de reojo y se ríe de mí. Yo me revolví de sentimientos. 

Escuché la voz de una señora que desde una esquina le gritaba: "Estúpido, atrevido, dejá a la muchacha". En serio, no me sentí tan sola porque alguien a mi lado no le pareció que eso era "natural". Ahí, me realicé de que ese hombre problablemente me había visto desde que inicié a caminar esa cuadra, lo pensó todoooo, pensó como agredirme a mí, que me sentía tan bien en ese día.

Ilustración tomada de mujerde10.com

Caminé hasta llegar a la parada del bus, viendo a todos los motorizados que pasaban, a ver si lo identificaba, si estaba parado en una gasolinera, si estaba en la farmacia, si estaba en una comidería... le tomaría una foto, sería parte de un gran álbum que pronto publicaré sobre todos los hombres que me han acosado en los útlimos dos años y a quienes he alcanzado a tomar fotos. ¿Qué tal que le pudiera tomar foto a TODOS? 

No miré al hombre, seguro iba muy lejos. Subí al bus, hice la denuncia en Facebook, y cuando se publicó, rompí en llanto porque a veces agota esta sensación de inseguridad, porque enoja el abuso, porque mi cuerpo guarda esa memoria, porque andaba tan feliz en mi ropa y mi cuerpo, porque era un día bonito para mi vida, porque estos hombres hacen que veas en otros un posible acosador. 

Debo decir que amo a mi pareja, que me recibió en la casa con un abrazo muy significativo, que me escuchó lo poco que quise compartir. Me devolvió el apetito que había perdido. 

No puedo saber si esto me volverá a pasar, si ya van 3 veces en 30 años, más las otras veces que he sido víctima de otros tipos de acoso. Pero, sé que no me voy a paralizar. Ya he aplicado varias cosas que leí aquí, solo que esta me sobrepasó, pero seguiré en la práctica haciendo visible este tipo de violencia que recibo cotidianamente. 

Ilusración tomada de www.elquintopoder.cl

Posdata: Leí todos sus comentarios en el post en Facebook, gracias por su solidaridad, por la empatía, por los ánimos. Abrazos.