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jueves, 21 de junio de 2007

La cena


Por las tardes comienza a hervir el aceite y a rayarse el repollo. Ya está cortada la carne nadando en jugo de naranjas, rodeada de ajo y cebolla, esperando que el carbón arda para cocinarse. A esa hora una mujer hermosa se ponen el delantal, anda de arriba para bajo, dando órdenes, ejecutándolas.


“Traeme las bolsas, partí los tomates, barre la acera, limpiá la mesa”


Todo comienza a tomar forma y el aceite respinga el la cara de la mujer cuando fríe las tajadas, el repollo no tan fresco convertido en tiritas tiene pisquitas rojas que apenas se distinguen. Y la carne jugosa sobre el carbón, perdiendo el color de la sangre.


Las mesas están limpias, cuatro sillas en los cuatro puntos cardinales. La mujer sigue apresurada, dando ordenes a quienes le ayudan.


“Sentá a los muchachos, no le echés mucho, pasame los platos. ¿Lo quiere para llevar o para comérselo aquí?”.


Yo voy pasando cerca, como todos los días. Y aunque quiero resistirme como siempre, el humo se desprende, el olor de la carne llega hasta mis pulmones y matándome del hambre me lleva como hipnotizada hasta la fritanga.

viernes, 1 de junio de 2007

Café

Foto tomada por Mario López de la agencia EFE.

Olor a café


¿Desde cuándo toma café?Yo puedo contestarle que desde siempre. No recuerdo muchos días de mi vida sin que haya tomado una taza con café caliente, bebiéndolo de a poco o de un solo trago, depende de la sed, la ansiedad, la prisa. Si, es que a veces lo suplo por el agua, he llegado a pensar que en mi vida es un líquido vital. Pero con una familia como la mía, quien no. He contado tres personas (de las 170 que formamos parte de un mismo árbol genealógico y que no somos lactantes) que no beben café por que no les gusta. Es una opción difícil para una familia de cafeteros y cafeteras. Por el lado materno, vengo de una familia de panaderas y profesoras. En estos ambientes es muy frecuente la bebida. Bauticé el café la bebida oficial de la Familia cuando me dí cuenta que estaba presente en los cumpleaños, en los funerales, las bienvenidas, conversaciones, tiempo libre, después de un regaño, tras una despedida... En fin, es el lenguaje de mi vida, la de mi gente, el que nos une en todo momento, por eso digo que mi vida tiene olor a café.